jueves, 1 de octubre de 2009

Los poderes del estado

Por Herbert Morote

Agnus Dei.

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi:dona eis requiem.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi:dona eis requiem sempiternam.

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo dales reposo.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo dales reposo eterno.

1.- Apurar el cáliz

¿Tengo que atormentarme hasta este extremo?, ¿es necesario que trate sobre los Poderes del Estado?, ¿no podría pensar en otras cosas más digeribles, gusanos y alimañas por ejemplo?
¿Creen que un peruano en pleno juicio pueda hablar del Poder Judicial sin echar espumarajos por la boca?, ¿es posible elaborar algo acerca del Poder Electoral sin atacarse de risa?, ¿se puede escribir sobre el Poder Legislativo sin estar cerca de una sala de cuidados intensivos?
Del Poder Ejecutivo ya he hablado algo y no puedo decir más por temor a los hospitales psiquiátricos.

Recomiendo al lector pasar al siguiente capítulo. Capítulo que he escrito antes que este para asegurarme de que el Réquiem tenga un final.

A los atrevidos que insistan en continuar la lectura hay que advertirles que para examinar a los Poderes del Estado, como a cualquier institución privada o pública, hay que verlos en su perspectiva histórica, ni tan lejana cuyo horizonte sea indistinguible ni tan cercana que los árboles no dejen ver el bosque.
Dicho en otras palabras, no será necesario ir al estudio de la influencia que la Colonia proyectó en las instituciones republicanas porque el Réquiem no es un estudio histórico (En todo caso es una autopsia o una piadosa blasfemia).
Tampoco es importante examinar la ausencia "temporal" de los Poderes de Estado en el presente gobierno de Fujimori porque las instituciones públicas ni desaparecen ni cambian tan rápido.
Son grandes y torpes portaaviones que requieren mucho tiempo y grandes espacios para maniobrar. Cualquier cambio de dirección en las instituciones requiere un tiempo inversamente proporcional a la duración de la trayectoria que le precedía.
Las agresivas reformas, o las revoluciones, inician cambios obteniendo por breve tiempo cierto éxito, pero después la inercia recobra ímpetu. La nueva administración tiene que luchar contra la reacción externa y el boicot interno. Aquí no hay magia.
Es el orden natural de las cosas. Dicho de otra manera, las instituciones por ser creadas por el hombre funcionan a su imagen y semejanza. Un organismo que ha estado enfermo por décadas no puede curarse de un día a otro. Se le podrá hacer transplantes, poner órganos artificiales, prótesis, inyectarle antibióticos y estimulantes. Todas estas medidas pueden ayudar a mejorarlo, pero la recuperación será lenta porque los sistemas sanguíneo, linfático, nervioso, etc., seguirán funcionando al ritmo que tenían anteriormente.

Por lo tanto, no comparto ni el optimismo que algunos tienen por la gestión de Fujimori cuando consigue préstamos extranjeros, ni el pesimismo de otros que no ven una mejora en la seguridad ciudadana. Lo único que deseo es señalar algunas incongruencias de los Poderes del Estado, que no cambiarán porque representan a nuestra sociedad, y si está no mejora tampoco lo harán sus instituciones.

Si hay que hablar sobre los Poderes del Estado hay que hacerlo rápido. Apuremos pues el cáliz.

2.- El Poder Judicial

Nuestro sistema judicial es más ineficaz que corrupto, y de esto último es ya bastante. Un sistema corrupto pero eficaz podría exculpar a malhechores que lo sobornaran, pero también absolvería a los inocentes. Un sistema ineficaz y corrupto solamente suelta a los que pueden pagar la mordida, quedándose en nuestras espantosas cárceles el resto, sean inocentes o culpables.

Una experiencia: En momentos en que el parlamento discutía asuntos sobre la industria farmacéutica, recibí la llamada del senador Dammert Muelle, quien me pidió que atendiese a un indígena huancavelicano que deseaba retornar a su tierra.
El visitante estaba muy delgado, ojeroso, sus manos acusaban la deformación prematura de una severa artritis. Su mujer y sus tres hijitas estaban tan delgadas como él. Vestían polleras. Hablamos de su tierra, era de Castrovirreyna, pueblo paupérrimo en el techo de los Andes, y la había visitado con mi padre.
Le di dinero, medicinas del laboratorio, etc. Dos meses más tarde me llama el secretario de Dammert: el dichoso huancavelicano había estafado a varias empresas haciéndose pasar por el senador, le habían apresado, mi nombre estaba en la lista de los engañados. El senador me pedía que, aunque el monto de todas sus estafas no ascendía a mil dólares, presentase la denuncia a fin de "moralizar al país". Lo hice. Pasaron cuatro o cinco años. Estaba a punto de deportarme voluntariamente a México. Me citaron de un juzgado. Temí una treta del gobierno militar, fui con mi abogado, Alberto Ladrón de Guevara.
El juez deseaba el reconocimiento del huancavelicano que todavía estaba preso. ¡Cinco años en la cárcel sin ser juzgado!. Verde de tisis. Atrofiadas irreparablemente sus manos y tobillos, descalzo, jirones de tela por ropa. Se moría a ojos vistas.
Lloró al verme, yo también. Le pregunté por su familia, no sabía. No quería ropa nueva ni zapatos, se los robarían, tampoco dinero. Solo cosas muy viejas y sucias. Gracias. Le traje lo que pidió, me besó las manos, a mí que lo había enviado a la cárcel. El juez, que había sido mi compañero en la Facultad de Derecho, ordenó su "inmediata" libertad, pero había que "cumplir con los requisitos".
Pasaron cinco meses y nada. Me fui a México. Se lo encargué a Alberto. Me contó que salió finalmente. Murió a los pocos días en el Hospital 2 de Mayo. Mil dólares. Una vida, una familia. Hay que "moralizar al país".

El caso del huancavelicano es uno de los miles de caso de la ineficacia del sistema judicial al que estamos empeñados en mantener. El problema no es nuevo, sin embargo se agrava. El crecimiento de la delincuencia, el narcotráfico y el terrorismo ha congestionado la ya desbordada maquinaria judicial. Documentos perdidos. Sistemas arcaicos de control. Lentitud burocrática. Montañas de papel. Escritorios atestados de gente y de ratas. En fin una torre de babel criolla.
En este desorden apocalíptico funciona la corrupción a sus anchas. Nada se mueve sin "coima". Poner encima el expediente rompe la ley de la gravedad sin aspavientos. Perder el expediente es una sencilla actuación de magos profesionales que abundan por los pasillos judiciales. Quien se queda debajo, perdido, ignorado, en el limbo terrenal, es el delincuente pobre. Los criminales ricos no van a la cárcel, salvo que haya una intención política atrás de ello.

Los panoramas dantescos de las cárceles son indescriptibles. El 30% de la población penitenciaria está tuberculosa a consecuencia de los veinte centavos de dólar diarios para alimentos.
Violencia, drogadicción y degeneración se unen a la corrupción e ignorancia del personal penitenciario. Es el "holocausto peruano", sin propaganda judía, sin arrepentimiento ni propósito de enmienda. El Poder Judicial es un ciego paralítico que castiga...
Hablemos entonces sobe el castigo. A un delincuente se les castiga privándole de su libertad, olvidemos por mínimo decoro que se trata de reeducarlo; se pretende que al menos no delinca fuera de la cárcel. Hasta allí están justificadas las penitenciarias, pero la privación de la libertad no es el verdadero castigo. Lo horrible es el tormento insufrible y continuado al que se verá sometido. Cuando un delincuente es condenado a 5 años de suplicio. El juez debería sentenciar de esta manera: "Por asalto a mano armada, se le condena a ser violado repetidamente. Si es tan valiente como parece tendrá que pelear con medio mundo hasta encontrar alguien que le romperá el alma. Contraerá tuberculosis, sida, tifoidea, no se le proporcionará ni atención médica ni medicinas, las drogas sí estarán a su alcance, el alcohol todo lo que Ud. pueda pagar y beber.
Su manutención deberá agenciársela Ud. mismo o sus parientes, quienes deberán sobornar a los guardianes. Dormirá sobre el suelo en el sitio que algún preso más fuerte que Ud. le indique. Si al cabo de 5 años Ud. insiste en vivir estará mas acabado que su bisabuelo. Si algún milagro le salva, Ud. será el más desalmado asesino y Dios se apiade de nuestra sociedad".

La vida carcelaria no está lo suficientemente publicitada por falso pudor. Si lo que se quiere es disuadir a los posibles delincuentes, la honesta recomendación sería transmitir continuamente en la televisión reportajes de los tormentos a la cual están sometidos los presos.

- ¿Hay alguna solución?
- Ninguna.
- Me lo temía.

Países con más recursos no han podido resolver el hacinamiento de presos ni la congestión judicial. Nosotros que no tenemos ni para dar de comer a los niños menos podremos mejorar la situación carcelaria. Hay francamente otras prioridades. Añádase nuestra proverbial hipocresía y entonces podemos afirmar que esto no lo compone nadie. Se agravará en todo caso el martirio de miles de culpables o inocentes, y de sus familias.

En otras latitudes las cosas son diferentes. No pretendo que imitemos a los fundamentalistas musulmanes que no dudan en cortar la mano a los ladrones y ejecutar a los narcotraficantes, porque nos quedaríamos con una reducida población de mancos. Me refiero a castigos más soportables que el "holocausto peruano" o la amputación fundamentalista musulmana.
Veamos una posibilidad. Cuando Singapur se independizó de los británicos, la isla estaba tan corrompida como muchos pueblos de esa zona. La ignorancia y su alejamiento de los polos de desarrollo industrial era otra barrera para progresar; la composición de su población, china, malaya e hindú, complicaba la unidad nacional. En 1960 su ingreso per cápita fue de 1,054 dólares. El Perú estaba mejor con 1,200 y 1,561 dólares respectivamente. (Fuente: Summers, Robert y Alan Reston)
Pues bien, trece años más tarde -1988- el ingreso per cápita de Singapur fue de 9,019 dólares y el del Perú 1,432. (Fuente: Vital World Statistics. The Economist) El deterioro del Perú no tiene disculpa. El éxito de Singapur tiene muchas explicaciones, entre ellas su gobernante, el primer ministro Lee Kuan Yew, que forzó al país al trabajo, la educación y la honestidad como base para el desarrollo.
Cuando uno llega a Singapur después de visitar países vecinos no muy limpios ni muy seguros, encuentra una ciudad impecable con excelentes servicios públicos y con una seguridad comparable a alguna afortunada ciudad suiza. Todo este largo camino lo hemos hecho para hablar de las penas a los delincuentes. Tengo entendido que en Singapur no hay pena de muerte, sin embargo castigar a los malhechores con descargas de varas sobre la espalda es una rutina ampliamente practicada. No se llenan las cárceles, no se mantiene a ociosos, no se fomenta mayor delincuencia, no se entrena a criminales.

- Traigan a Mr. Chang. ¿Qué prefieres seis varazos o seis meses en la cárcel del Perú?
- "Yo plefelil todos los valazos que Ud. quiela. Pelo no calcel del Pelú. Chinito plomete no volvel a lobal".

La hipocresía de nuestra justicia no se atreverá a castigar corporalmente al delincuente. Solamente el considerarlo sería ponerse en ridículo con la vecindad occidental. Saldrían los l. d. m. a protestar por los abusos contra los "derechos del hombre", acusarían de bárbaro y retrógrado alinear todos los domingos a los rateros de la semana, junto con los pillos, los acaparadores, los funcionarios corruptos y aplicarles seis varazos con una delgada pértiga. No lo haremos nunca.
No va con nuestra manera de pensar ni de ser. Preferimos que sean los mismos presos y el permisivo sistema carcelario quienes apliquen el indefectible suplico; siempre más cruel y más inútil.

Nuestra inicial atención a asuntos penales ha dejado relegado comentarios sobre la justicia de asuntos civiles. Aquí existen contradicciones incomprensibles y abusos indescriptibles. Desde la Conquista se ha practicado el Estado de Derecho, esto es la Ley como rectora de nuestra sociedad. El "requerimiento", por ejemplo, era la lectura de ordenanzas para que los aborígenes aceptaran ser súbditos del rey de España. Leídas con voz clara y fuerte, por supuesto en castellano, los indígenas reunidos las oían intrigados y recelosos sin entender el extraño lenguaje.
Al no dar muestras de aceptación a dicho "requerimiento" eran reos de rebelión y por lo tanto sujetos a ser ejecutados. A la voz de "Santiago" se les masacraba en el acto.

Mas tarde en la Colonia, a pesar de los grandes abusos de los corregidores, la propiedad de la tierra estaba más protegida que en la República. Las usurpaciones de los gamonales republicanos han sido crueles y exorbitantes. Todas hechas legalmente, a su antojo evidentemente.
Aprovechando la inestabilidad gubernamental, cada Prefecto de Departamento se convertía en reyezuelo pasajero que aunado a la fuerza pública reprimía protestas y protegía despojos. Se multiplicaron los tinterillos, las capitales de provincias se llenaron de "estudios" de abogados por donde desfilaban humildes personas en busca de protección y poderosos en busca de exoneración. Las facultades de derecho universitarias están llenas de estudiantes, ser abogado es la máxima aspiración de los jóvenes y de sus padres. A los abogados los llamamos "doctores".
Todos pretenden serlo. Ya se dijo que en el Perú todo el mundo es "doctor" a no ser que pruebe lo contrario.

Curioso, un país que tiene una pobreza tecnológica por falta de buenos ingenieros, tiene abogados de prestigio internacional en exceso. Un país donde la injusticia racial, social y económica, reina, la profesión de abogado sea admirada.
Este país donde cada uno hace lo que le da la gana y se abusa del prójimo sin miramientos, tiene un pueblo que recurre a la justicia en busca de amparo sabiendo que pasará toda la vida en los tribunales. No es un problema de los limeños de mier... , hay que ser justo.
Es la población andina que no ha aprendido en estos dos siglos de República que la justicia no funciona, y a pesar de eso sigue acudiendo a ella y fomenta que sus hijos participen en el sistema. Los más pleitistas son los paisanos indígenas, unos para defenderse y otros para reclamar. Los juzgados se llenan. Los que pierden acuden a las instancias superiores hasta dejar el último centavo en la lucha. Un país lleno de abogados es mala señal.

Peor señal es la forma cómo son elegidos los jueces. Su falta de independencia política les ha quitado todo poder constitucional: están sometidos al Poder Ejecutivo. Pero el sometimiento más cruel es su condena a la miseria si desean ser honestos. El juez de una Corte Superior gana igual que un pulpero o un "anticuchero" de la playa de Chorrillos. Con 350 dólares al mes son muchas las tentaciones que un justo puede tener.
Hablar de lo que ganan los empleados de los juzgados sería fomentar una rebelión de consecuencias imprevisibles. Mientras tanto el sistema se sigue complicando, la frondosidad de leyes va más allá de lo descriptible. Son iguales a los "agujeros negros" del firmamento: engullen hasta la luz. La incoherencia de las sentencias frente a casos similares no sólo es una burla al "common law", que no se practica, sino un escándalo que por lo repetitivo ha dejado de serlo.

Mientras todo esto se sabe, nadie mueve un dedo. Se ha dejado de pensar. Sigue el respeto al Estado de Derecho aunque de éste exista sólo el nombre. Miles de personas sufren tormentos inhumanos en nuestras cárceles. Miles más esperan dolorosamente que "salga su asunto" viendo que sus economías merman. Y aun así, millones de peruanos creen que existe un Poder Judicial, aunque éste nunca haya levantado la voz para declarar inconstitucional a tantos gobiernos de militares usurpadores ni haya ejercido su facultad constitucional para acusar y enviar a la cárcel a los miles de funcionario públicos que se han enriquecido ilegalmente. ¿Exagero?, ¿por qué exculpó a Alan García?, ¿qué hizo el Poder Judicial durante el golpe de Fujimori?

Si se pudiera elegir a los jueces directamente... al igual que lo eran los sheriffs del lejano oeste... quizá nos iría mejor. Al menos tendríamos la oportunidad de no renovar los cargos a jueces sospechosos.

Seguir hablando del Poder Judicial es imposible. Salen de mi boca violentos espumarajos.

3.- El Poder Electoral

- Esto sí es para... perdón, voy al baño. *****. Jem, jem, sigo.
Como decíamos, esto es para morirse de risa. Lo más gracioso es que se llama "poder" cuando no tiene poder alguno. Su presidente es nombrado o removido al antojo del Gobierno. Recordemos que estamos viendo la institución desde su perspectiva histórica. Para no exagerar, tomemos los últimos cincuenta años. El Poder Electoral ha existido todo ese tiempo participando en ceremonias oficiales y emitiendo Libretas Electorales; sin embargo sólo tres, de los once gobiernos que hemos tenido, han podido terminar su mandato electoral. Cuatro no fueron elegidos nunca, uno fue forzado a ser elegido por ser el único candidato y otro se dio un "autogolpe de estado". Hubo uno que...

- Para, que me destornillo de risa.
- Tengo otro chiste mejor: el voto es obligatorio.
- Ja, ja, ja, ja, ese está buenísimo. Ya no puedo más. No sigas.

El voto no sólo es obligatorio, su incumplimiento es multado. La Libreta Electoral es el documento de identidad nacional. Sin ella uno está en el limbo civil, uno no es ciudadano, punto. No se puede obtener pasaporte ni renovarlo aunque te encuentres en la Cochinchina y no haya mesas electorales ni posibilidad de votar por correo. La Libreta Electoral unida al voto obligatorio simboliza nuestra hipócrita sociedad en toda su trágica dimensión.

4.- El Poder Legislativo

Hablar del Poder Legislativo en las épocas de tiranía, que fueron muchas, es insultar a esa institución y este Réquiem no pretende insultar a nadie: con describirles es suficiente. En tiempos de gobiernos militares se elegían al Congreso a sumisos o inescrupulosos seguidores del poder y del dinero. No podía ser de otra manera porque la oposición había sido deportada o estaba en la clandestinidad absoluta. Durante nuestra transitoria democracia el Congreso ha tenido un papel decoroso dentro de lo que se puede esperar, salvo errores garrafales como censurar al Dr. Carlos Cueto Fernandini, ministro de educación, por creer que los insultaba cuando mencionó que el problema era cuestión de "semántica". O cuando rechazaron el nombramiento de Pérez de Cuellar como embajador en Brasil y días más tarde fue elegido por la Asamblea de las Naciones Unidas para ser su Secretario General. Pequeñeces, en comparación de otras monstruosidades legalistas.

En el Perú hay más leyes y reglamentos vigentes de lo que uno puede suponer o entender. Leyes que se superponen a otras, leyes que se contradicen, leyes que no entiende nadie. No hay campo social, económico, ecológico, climatológico, educativo, en fin no hay área de la actividad humana, vegetal, animal o minera que no está legislada. Gracias a Dios que las leyes no se obedecen, si no el país estaría totalmente paralizado. Los peruanos hemos decidido creer que todo se resuelve con leyes y eso nos consuela quijotescamente mientras ignoramos nuestra realidad.

Lo siguiente es una reproducción bastante fiel de la entrevista a un senador el pasado octubre:

- Señor Senador, ¿qué opina de la sequía en el norte?
- El senado está estudiando una ley para regular las aguas.
- Pero, ¿no cree Ud. que los pueblos necesitan una ayuda inmediata?
- Efectivamente, estamos a punto de terminar otra ley que coordine la acción del gobierno con las municipalidades que estén afectadas. El Congreso ya ha tomado cartas en el asunto.

Si los pueblos afectados esperasen que esas leyes les resolvieran la sequía, ya hubieran desaparecido.

No obstante, en el Perú todavía creemos que las leyes van a resolver todos nuestros problemas.

- El desempleo llega a 60% de la población laboral.
- "Propondremos una ley para reducirlo".
- El terrorismo y la criminalidad aumenta.
- "Justamente llenaremos ese vacío de la ley y lo controlaremos".
- El narcotráfico es incontrolable.
- "Hemos pedido mayores facultades al Congreso".
- La "Corriente del Niño" se acerca.
- "Daremos una Ley de Emergencia Nacional que resuelva la situación".
- El cólera sigue causando víctimas.
- "Nos faltan leyes sanitarias para evitarlo".
- Fujimori se ha dado un golpe de estado eliminando al Congreso.
- "El Sr. Fujimori ha sido destituido. De acuerdo a la constitución vigente, el nuevo Presidente del Perú es el Sr. San Román"
¿Más ejemplos?, aquí va el último:
- Sr. Fujimori, ¿cómo va a resolver la situación catastrófica en la que se encuentra el Perú?
- "Propondré una nueva constitución. Necesitamos más y mejores leyes".

El legalismo ha hecho que la legalidad no se practique. Hecha la ley, hecha la trampa. Más leyes, más trampas. Cuando no hay valores nacionales auténticos, cuando... mejor citamos a Tácito: "cuando una nación está más corrompida es cuando más se multiplican las leyes". Siglos después Voltaire añadía en su estilo: "la multitud de leyes es, en un Estado, lo que el gran número de médicos: señal de enfermedad y debilidad". Lacónico, Napoleón reconocía: "más fácil es hacer leyes que hacerlas ejecutar". Pero nosotros dale con las leyes aunque estemos absolutamente convencidos que no van a servir porque somos un pueblo indisciplinado y obediente, quejoso y resignado, cobarde y heroico, legalista y anárquico.

- ¿Lo entiende Ud.?
- Absolutamente.

Sigamos con el Poder Legislativo. ¿Es inútil ese organismo?, ¿tal vez obsoleto?, ¿están perdiendo el tiempo los representantes de la nación? De ninguna manera. Un congreso democráticamente elegido es la única forma de ventilar problemas nacionales. Francamente se les puede perdonar la abundancia de leyes porque, quizá, la función principal de nuestro Poder Legislativo no sea legislar sino discutir y eso no es trivial ni insensato. Todo lo contrario, ventilar los problemas nacionales fuerza a los representantes a discutir en alta voz, escuchar posturas contrarias y combatirlas. Tomar posiciones por más radicales que éstas sean indica convicciones fuertes, posturas y principios. Es solamente un largo proceso el que lleva un país a darse cuenta de las diferentes opiniones que se tienen sobre su destino. Lo más importante es escuchar a representantes de sectores marginados alzar su voz de protesta por la manera como se conduce el gobierno de la nación. Fujimori y todos los tiranos del Perú deberían recordar que los movimientos terroristas del país se iniciaron al término de una larga dictadura en la cual las voces del pueblo estuvieron acalladas por los tanques. Un congreso democrático permite que todas las voces se escuchen y se practique la tolerancia y el respeto a las ideas ajenas.

Es lamentable que de vez en cuando un representante pierda los papeles y le lance un puñetazo al rival; sin embargo es mejor que el terrorismo. Además, al calor de las discusiones se pierde a veces la cabeza y se desemboca en enfrentamientos bochornosos. Esto sucede en países tan civilizados como Japón o Francia. No en el congreso de Estados Unidos porque allí no hay gran diferencia de opiniones: un demócrata del sur piensa igual que un republicano del norte.

Los debates de las cámara deberían ser transmitidos habitualmente por la radio y la televisión. Aparte de que son entretenidos, sin duda mejor que las telenovelas, son educativos. Veríamos sin lugar a dudas muchas intervenciones jocosas, otras mal hilvanadas, tomaríamos nota de ciertos incapaces "padres de la patria", nos arrepentiríamos de haber elegido a éste o aquél, pero estoy seguro de que la mayor parte de lo que escucharíamos nos haría sentir más responsables de nuestra condición ciudadana y más exigentes al escoger a nuestros representantes. El camino hacia la libertad y democracia es un largo proceso educativo. Mejorar un país requiere conocer sus problemas y los hombres que tratan de resolverlos. ¿Cómo se puede ayudar al progreso cerrando los ojos a nuestro entorno e ignorando las voces de los que pretenden describirlo?

Hay un gran sector de la población que ha perdido la fe en el Congreso, qué pena. Parte de la explicación proviene de su execrable sumisión durante las dictaduras. Otra, la elección de candidatos que uno no conoce. Me explico: los partidos políticos proponen candidatos presidenciales a líderes de los cuales se tiene alguna idea e imagen, sea ésta falso o no. Pues bien, cuando se trata de senadores y diputados el reconocimiento de esos candidatos es imposible. A veces un apellido es familiar a nuestros oídos, no sus antecedentes, ni su conducta, menos su ética profesional. El electorado tiene que decidir en base al partido que los propone y no a los méritos personales. Si existe ya una incógnita en el desenvolvimiento que tendrá el futuro presidente, el cual ha tratado de esbozar algún plan de gobierno y lanzado promesas concretas, en el caso de los miembros al Congreso no se sabe nada, solamente sus nombres pintados en las paredes de la ciudad. Durante las campañas electorales la voz de los candidatos regionales sólo la oyen los cuatro gatos que asisten a las reuniones del partido. El resultado final es tener las cámaras compuestas por representantes de partidos pero no de pueblos, y esto no es una sutileza. Compleméntese el panorama con la inexistencia de ideologías políticas basadas en la realidad nacional y encontraremos a nuestra población alienada e impotente ante la actuación parlamentaria.

Una compensación a esta falta de representatividad sería tener, en una de las cámaras, parlamentarios elegidos por gremios, asociaciones y sindicatos. Por ejemplo, un profesor tiene más posibilidad de ser genuinamente representado por un miembro del magisterio que por el senador de su departamento. Hay más posibilidades que un maestro conozca la ética profesional de otro, que la del candidato de su provincia. La trayectoria profesional y la conducta de un compañero del ramo es más fácil de ser evaluada que la de tránsfugas políticos, de los que no se sabe por qué equipo patean, qué negociados están detrás de sus propuestas ni qué favores políticos están pagando. Menos se sabe de su actuación en el parlamento una vez que son elegidos. Este es un punto álgido en la cuestión. Los "padres de la patria" no dan cuenta al pueblo que los eligió de sus logros parlamentarios. Es decir, todo lo que han podido poner en los volantes profusamente repartidos durante las campañas electorales, todo lo que dijeron en sus discursos buscando el voto popular, en fin todas las promesas electorales se quedan en el aire, y en la próxima elección se vuelven a presentar tan campantes.
Nunca regresan a su pueblo a dar cuenta de lo que hicieron con el mandato que se les dio. Una vez elegidos, perdidos. Si tuviésemos representantes de los gremios éstos serían mejor controlados por sus bases, tendrían mayor cuidado en hacer o no hacer, sabrían que sus compañeros estarían atentos a su participación legislativa y no se atreverían a presentarse otra vez si su actuación fuese censurada por sus colegas.

Los colegios de profesionales así como las comunidades indígenas podrían ser escuchados directamente sin necesidad de recurrir a politiqueros profesionales que sobreviven legislatura tras legislatura debido a un artificio constitucional. Una mezcla prudente y evolutiva de sectores profesionales, técnicos, artísticos, agrícolas, etc. con los representantes de zonas geográficas darían un pluralismo útil en las discusiones parlamentarias y una mayor oportunidad de ser representados de una manera o de otra. Habrá quien diga que no se ganaría nada porque esos sectores se politizarían. Muchos ya lo están. Sin embargo, se obtendría la representación democrática de un gremio y la posibilidad de ir creando dentro de él una conciencia política y una posición sectorial ante los problemas nacionales.

Disculpen la disgregación anterior. Una pérdida de tiempo. En el Perú es una blasfemia estéril proponer cambios. Nuestra sangre debe ser borbónica. Vemos que caen cabezas alrededor nuestro y, como si fuésemos Luis XVI, seguimos jugando con cerraduras y candados.

Agnus Dei
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Da reposo eterno a los ovinos del Perú. No tengas prisa.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. ¿Por qué no te pones una campanita al cuello para que te reconozcamos?
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Cuídate y cuídanos de los lobos disfrazados de ovejas. Son muchos.
A propósito, Cordero de Dios, ¿quitas los pecados del mundo?, ¿cómo?