martes, 29 de septiembre de 2009

El síndrome del padre ausente

Por: Jaime de Althaus G

¿La emergencia de Keiko Fujimori en las encuestas representa acaso la nostalgia de una parte del pueblo peruano por lo que el argentino Guillermo O’Donnell llama la “democracia delegativa”, es decir aquella en la que débiles ciudadanos eligen a un “salvador de la patria” o a un “padre” a quien le delegan todo el poder para que gobierne como crea pertinente y sin el control de los demás poderes o instituciones? Es decir, ¿la nostalgia por un gobierno fuerte, eficaz, personalizado, cercano y con pocos límites.

Sin duda, algo de eso hay. Las encuestas del Latinobarómetro revelan que, paradójicamente, la población confiaba más en la democracia durante los autocráticos 90 que en los democráticos 2000. Identifica democracia con resultados. O con gobierno a secas. O quizá con cercanía o presencia del gobernante. El Estado es Estado encarnado, no institución abstracta.

Toledo fue democrático, pero fue un padre ausente y frívolo. Apeló a Pachacútec para ser elegido, pero una vez en el gobierno no regresó a los pueblos y abandonó los programas sociales. Y la orfandad popular engendró a Humala. García se concentró en atraer inversión y en gobernar desde Palacio. No se juntó con los pobres para liderar el progreso social. No dirigió la lucha contra la pobreza en el campo. Para ese fin, apostó deliberadamente por la vía institucional: acelerar las transferencias de funciones a los gobiernos regionales y locales, que sean ellos los responsables de la redistribución y el desarrollo local.

Es decir, apostó por la democracia institucionalizada, lo contrario de la delegativa. Sin duda, el camino correcto. Pero es un camino lento, de aprendizaje, que deja muy abierto el flanco de la ineficiencia mientras se consolida. Por eso, era necesario un término medio. Una conducción personal de ese mismo proceso o de programas sociales fuertes todavía centralizados. O de las reformas educativa y de salud. Ni siquiera es capaz hasta ahora de lanzar Sierra Productiva, un programa de eficacia probada para vencer rápidamente la pobreza.

Por eso, el turno podría tocarle nuevamente a Fujimori (a su hija). Pero ya no dentro de una “democracia delegativa”. No estamos en emergencia nacional y, salvo que vaya en alianza con otro grupo importante, si gana no tendrá mayoría en el Congreso y deberá cogobernar con las regiones. Tendría que personalizar e institucionalizar a la vez, combinando ambas funciones de alguna manera mutuamente fértil. ¿Sabrá hacerlo? ¿Tendrá inteligencia institucional? No hay constancia de que el fujimorismo esté elaborando este tema, que es donde se aloja su grave talón de Aquiles.

La unidad nacional y el consenso deben trascender
Es realmente positivo que las fuerzas vivas del país se hayan unido en un solo espíritu y consensuadamente en torno a la decisión del Estado de presentar ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya la memoria de las razones jurídicas, geográficas e históricas que sustentan la tesis peruana sobre el diferendo marítimo con Chile.

Poderes públicos, partidos políticos, instituciones nacionales, gremios empresariales y sindicales, así como otras entidades de la sociedad civil organizada han dado demostración cabal de unidad nacional, indispensable e ineludible en los gravitantes e históricos momentos que vive la patria.

Según los puntos de vista expresados por las fuerzas vivas, es claro que el consenso logrado no responde a un nacionalismo mal entendido o emocionalmente adoptado, sino que es una postura racional inherente a un país moderno, democrático y pacífico que defiende su soberanía y reclama equidad.

Así, ha sido satisfactorio que el Ministerio de Relaciones Exteriores se reúna con los principales líderes de los partidos políticos para informar y recabar su respaldo en estas decisiones. Y, del mismo modo, que respondan a ese llamado con prontitud, seriedad y patriotismo desde Lourdes Flores Nano, lideresa del Partido Popular Cristiano, hasta Ollanta Humala, cabeza del Partido Nacionalista, entre otros líderes.

Como ha señalado el presidente del Consejo de Ministros, Yehude Simon, en un artículo publicado ayer en esta página, anteponer los intereses partidarios o de grupo es una necesidad histórica de perentoria urgencia, no solo en la coyuntura del litigio con Chile sino también ante la crisis financiera mundial. Recordemos que se ha iniciado un camino, probablemente largo y esforzado, en el cual los peruanos debemos mantenernos unidos en la acción y en el convencimiento de que exigimos lo justo, dentro de lo que establece el derecho, la historia y la geografía.

Sin embargo, como también lo ha señalado el jefe del Gabinete, lo que corresponde ahora es que todos los sectores valoremos la importancia del consenso alcanzado, para hacer frente a los retos que el Perú tiene por delante en lo político, lo económico y lo social, sobre todo en el contexto de la crisis internacional. Además, el Gobierno debe aprovechar esta oportunidad para impulsar el desarrollo de los objetivos del Acuerdo Nacional, muchos de los cuales ya han sido expresados en proyectos de ley.

Si bien la difícil coyuntura financiera nos encuentra en una situación mejor con respecto a otros países, ello no implica que diversos sectores productivos no se vean afectados y que el ritmo de crecimiento no sea el previsto. Ante ello, tienen que plantearse salidas consensuadas en relación con las exportaciones, el desarrollo macroeconómico y la competitividad. Y cuán importante sería que todos los sectores se sienten a la mesa para dialogar sobre el futuro y la trascendencia que tienen para el país los acuerdos de libre comercio, incluyendo el suscrito con Chile.

Evidentemente, el logro de la unidad no supone que las partes involucradas abandonen sus particulares puntos de vista ni renuncien a la confrontación de propuestas, pues eso es la democracia. Lo que necesitamos es alentar el debate, pero pensando en el interés y el desarrollo de nuestro país.